El pasado mes de agosto, la Global Footprint Network (GFN), organización que analiza la huella ecológica, alertó de que el planeta había alcanzado el Día de la Sobrecapacidad (Earth Overshoot Day, en inglés), momento en el que la Humanidad agota los recursos naturales que cada año es capaz de reponer el planeta.

Menos de ocho meses hemos tardado en agotar el presupuesto anual ecológico de la Tierra, lo que hace patente que debemos mejorar con urgencia en aspectos como la eficiencia energética. Especialmente importante es tratar de disminuir las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera, que son las responsables de más de la mitad de la demanda mundial sobre la naturaleza.

Por desgracia, nuestro país tiene mucho que mejorar. Según el Análisis de la huella ecológica en España que realizó en 2008 el Ministerio de Fomento, el déficit ecológico español se sitúa por encima de la media de la Unión Europea; una situación “paradójica” ya que otros países de la UE más “ricos” presentan una mayor contención de la huella ecológica. “Se necesitan casi tres Españas para mantener el nivel de vida y la población actuales”, advierten los autores del informe.

Pero, ¿qué es lo que provoca que nuestro país sea tan poco sostenible? Los consumos energéticos son los causantes de más de la mitad de la huella ecológica. La producción de bienes de consumo (47,5%), transporte (23,4%) y sector residencial (11,2%) son los principales demandantes de energía.

En el informe alertan de que, de seguir consumiendo recursos a este ritmo, el sistema será insostenible para las generaciones futuras, entre otras cosas, por la explotación excesiva de reservas naturales.

En este contexto, ¿qué es lo que podemos hacer los ciudadanos? Hace falta concienciar de que, para mejorar la eficiencia energética y disminuir las emisiones de dióxido de carbono, también es importante la suma de muchos “pequeños” gestos.

Así, por ejemplo, en el caso del sector residencial, no es conveniente esperar al final de la vida útil de las instalaciones térmicas energéticamente poco eficientes para proceder a su rehabilitación; algo que actualmente suele suceder. De hecho, existen miles de instalaciones térmicas que, a pesar de ser ya antiguas y poco eficientes energéticamente, no se renuevan.

Los propietarios deberían concienciarse de que rehabilitarlas disminuiría sensiblemente el consumo energético, con lo que además de contribuir a la mejora del medio ambiente, podrán recuperar la inversión a medio plazo. Si, además, acometen la individualización del consumo de calefacción central, estos ahorros se incrementan, llegando a ser de hasta el 30%.

La falta de acceso a la financiación suele ser un hándicap. Las instituciones lo saben y por ello impulsan programas de ayudas como el PAREER-CRECE que, en su última convocatoria, incluye a los edificios “destinados a cualquier uso”. Se pretende así resolver el problema de acceso a la financiación y ponerlo todo en bandeja para que los propietarios tengan más fácil hacer un gesto que beneficie a toda la sociedad.